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Antonio, 40 años en el turno de noche

17/12/2018

Desde dentro

Antonio Jiménez Prada

La Gerencia de Informática de la Seguridad Social custodia información sensible de millones de ciudadanos en sus servidores. Antonio Jiménez Prada custodia, en su propio ´servidor´, la historia viva de la Gerencia de Informática de la Seguridad Social.

Antonio se jubiló el pasado mes de agosto como jefe del turno de noche en el que entró “para unos días y han pasado 40 años”. Roza los 51 años cotizados a la Seguridad Social y aún no ha cumplido los 66. Parece que por él no pasan los años –“no pasan, se quedan”, puntualiza-.

Sus comienzos en el ámbito de la protección social ya prometían: fue contratado por el mutualismo laboral por su velocidad para mecanografiar, a pesar de suspender el segundo examen de la oposición. Cuando finalmente aprobó, su destino fue otro pero no duró ni un día, lo reclamaron de su antiguo puesto.

Después pasó a un departamento que mecanizaba toda la revalorización anual de las pensiones. En ocasiones esta tarea duraba dos días completos, sin salir del puesto de trabajo, y superar la posterior revisión de las distintas provincias.

“Ahora los equipos informáticos lo hacen automáticamente. Esa dedicación la hemos hecho de mil amores, no importaba la hora. Nosotros nos encargábamos y lo hacíamos por propia voluntad. Ahora la tecnología es mucho mejor, pero todo se ha vuelto más frío, no hay esa implicación, ya no nos conocemos todos”, comenta con un tono agridulce.

Sus primeros años estuvieron marcados por los cambios que dan origen a la actual Seguridad Social, el INP y el mutualismo laboral se transforman en las actuales entidades gestoras. Después el protagonismo lo alcanza ya la transformación digital. Desde las fichas perforadas, a los TSO en el sistema de IBM ya en ficheros informáticos. Los primeros sistemas host y la actual combinación de estos con sistemas abiertos para dar servicio a la Administración electrónica.

Trabajar de noche

Pero si algo ha marcado la trayectoria de Antonio es su labor en el turno de noche, donde comienza a trabajar alrededor de 1980.

Nos explica que la tarea del turno de noche en la GISS consiste fundamentalmente en la planificación tipo batch: se hace un respaldo de las actualizaciones, se comprueba que no hay errores y se planifican las tareas que se hacen diariamente. Hay otra planificación semanal, mensual, etc. y unas rutinas de mantenimiento y de actualización… “La misión del turno de noche es que el turno de mañana no note el turno de noche”, resume.

“Lo prioritario por la mañana es dar servicio a las oficinas de la Seguridad Social, que la web funcione, que la sede electrónica funcione, que Tu Seguridad Social funcione… hablamos de que no existan retrasos de milisengundos en el acceso a la información en cada uno de los puestos de las oficinas en las 52 provincias. Son millones de consultas al día… la gente no se hace idea de la cantidad de trabajo que hay detrás de cada uno de los servicios que presta la Seguridad Social en sus oficinas y a través de sus servicios electrónicos”, añade orgulloso.

Esa es la parte técnica. Pero hay otra parte más singular de trabajar de noche. Una parte que requiere una atención especial por el cansancio del día, empiezas a trabajar cuando llevas varias horas despierto y haciendo tus rutinas diarias. Entras en un edificio de 1.500 metros cuadrados pero con sólo unas salas accesibles, habitadas por sólo un puñado de trabajadores. Tienes un espacio limitado para moverte y aún más limitado para relacionarte.

Antonio nos explica que “tienes que ser un poco Juan Palomo, no tienes el respaldo de otros departamentos como en el turno de día, porque, aunque hay montado un sistema de guardias para solucionar incidencias, tratas de resolverlo tú, de no llamar a los compañeros si no es imprescindible”.

Un equipo de 9 personas que no está compartimentado y en el que no se notan las bajas. “El trabajo es el trabajo, hay que sacarlo hubiera las incidencias que hubiera. Es nuestra máxima”, concluye.

La mano izquierda para gestionar equipos es imprescindible con estos condicionantes.

Vida personal

Pero la batalla más compleja se libra en el plano personal: trabajas cuando la gente duerme, tienes dificultades para el ocio, para atender a la familia… “Es muy duro. Tardé cinco años en cambiar el biorritmo, en dejar de oír ruidos para descansar por la mañana. Llega un momento en que tu cerebro se programa para desatender ciertos ruidos. El descanso no es el mismo, yo me acostumbré…  pero es muy duro”, nos cuenta.

En su caso el turno de noche le permitió hacer frente a sus circunstancias particulares, sin dejar de atender su trabajo.

“Al fin y al cabo nunca he dormido mucho, ese turno me facilitaba situaciones personales que de otro modo no habría podido atender. Lo que no podría haber hecho es un correturnos, estando fijo de noche al final te acostumbras”.

Se jubiló en agosto y sigue en proceso de adaptarse a los nuevos horarios. Las primeras noches las pasó en blanco, después empezó a dormirse a las 04:30 de la madrugada. Ahora ya consigue quedarse dormido alrededor de las 02:30.

Como un reloj

Para conocer un poco mejor a Antonio, hay una anécdota que lo describe muy bien. En los años 80 y 90, cuando los relojes y los ordenadores no sincronizaban automáticamente los cambios de hora, había que hacerlo manualmente. Eso implicaba parar las aplicaciones, dejar el ordenador “en punto muerto”, cambiar el reloj y volver a arrancar las aplicaciones.

Él daba un paso más, ponía a su compañero Juan Antonio al habla con Telefónica -cuyo reloj está sincronizado con el reloj de la Marina que marca la hora oficial de España- quien le cantaba los segundos para que la GISS diera la hora exacta.

Pero no es la única anécdota. En 40 años ha tenido que perseguir las bobinas de papel que usaban las antiguas impresoras de 1,20 metros y 250 kilos de peso por las instalaciones de Orcasitas, o atender a los ciudadanos que entraban en sus instalaciones creyendo que era el tanatorio del contiguo Hospital 12 de octubre. La explicación se encuentra en los árboles que se plantaron para contribuir a la refrigeración natural del edificio: cipreses.

Tras su jubilación se muestra “orgulloso de haber trabajado en esta casa. La he visto prácticamente nacer y pasar de una pequeña familia con María Murillo, Fernando Esteban, Herminio Peñarrubia y muchos otros que nos hemos dejado la vida ahí a lo que es hoy. No había servicios de guardia, pero no era necesario. El personal siempre respondía, siempre estaba operativo. Hemos pasado de la informática de la cinta magnética, de las cajas de papel a uno de los centros más grandes y más avanzados tecnológicamente de España. Es un orgullo haber puesto mi granito de arena, ha merecido la pena”.

David Cebrián

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